domingo, 27 de octubre de 2013

TRABAJAR PARA GREENPEACE

El desafiante trabajo de los activistas en el mundo Greenpeace
Tras el drama de dos argentinos detenidos en Rusia, la ONG explica cuáles son sus condiciones laborales
Por Raquel Saralegui  | La acción en la plataforma petrolera, en Rusia, y la reacción de las autoridades. Foto: Greenpeace
Gobiernos, organismos internacionales y cada vez más personas en el mundo piden su liberación . Sin embargo, a casi 40 días de la detención en Rusia de los 28 activistas de Greenpeace, más un fotógrafo y un camarógrafo, la Justicia rusa les sigue negando la libertad bajo fianza y tampoco les permitían, hasta esta semana, recibir visitas de la familia. Los argentinos Camila Speziale y Hernán Pérez Orsi después de estar detenidos durante más de un mes, sólo habían podido hablar una vez por teléfono con sus familiares.
Hernán (40), marplatense, padre de una chiquita de un año y auxiliar de la Marina Mercante, es empleado de Greenpeace desde 2011 y era el segundo oficial de la tripulación del barco. Camila (21), voluntaria desde los 18, se especializó en escalada y tras actuar aquí en numerosas campañas salió en su primera misión al exterior seleccionada por su experiencia y madurez emocional. Su padre viajó recientemente a Rusia y pudo, finalmente, verla.
A bordo del Arctic Sunrise habían ido a denunciar el peligro ambiental por la exploración de petróleo en el Ártico, cuando el 19 de septiembre pasado los arrestaron después de que algunos de los ecologistas intentaron subir a la plataforma petrolera para poner una bandera. La acusación de piratería se aligeró el miércoles a la de vandalismo, con una pena máxima de 7 años de prisión efectiva en vez de los 15 iniciales.
"Igual nos siguen acusando de un delito que no cometimos", se indigna Martín Prieto, director ejecutivo de Greenpeace Argentina. "El año último hicimos la misma actividad allí, un ecosistema absolutamente frágil donde el derrame de petróleo tendría consecuencias catastróficas, y la guardia costera no intervino. Ahora nos arrestan y nos acusan penalmente. Hay un ensañamiento fuera de toda medida."
La organización contrató 30 abogados especialistas en derecho penal ruso para los detenidos, quienes tienen fecha de arresto hasta el 24 de noviembre. Ese día, según Prieto, la fiscalía puede pedir tres cosas: que se extienda el plazo de detención mientras continúa la investigación, que se lleve a juicio de modo inmediato o pedir la liberación.
A los empleados de Greenpeace, ante los eventuales riesgos de las protestas, que si incluyen peligro físico directamente se desestiman, se explican las posibles consecuencias legales que los abogados de la organización o coordinadores experimentados les comunican. Ellos, los que participan de las protestas, son finalmente quienes asumen la responsabilidad. En este caso, en palabras de Prieto, la consecuencia normal habría sido una detención de días que normalmente se redime con una deportación o con el cumplimiento de trabajo comunitario.
"Es un riesgo que asumimos -agrega- porque entendemos que hay un conflicto de valores cuando hay un abuso ambiental que normalmente se desconoce. Con nuestra acción podemos llevarlo a la televisión y a las portadas de los diarios."
Greenpeace cuenta con dos mil empleados en más de 40 países. En su oficina porteña trabajan 50 personas, con una antigüedad promedio de cinco años, en las áreas de dirección ejecutiva, comunicación, logística, recaudación de fondos, coordinación de campañas y tareas administrativas, entre otras.
Con búsquedas que se cubren según la necesidad de las incorporaciones, "el salario mínimo de ingreso en la organización es de 6405 pesos brutos, pero depende siempre del puesto y la experiencia que tenga la persona", dice Gabriela Cassara, coordinadora de Recursos Humanos en Greenpeace Argentina. Además de la medicina prepaga ofrecen beneficios como más días de vacaciones, licencia extendida por paternidad y clases de inglés.
Claro que muchos de los que trabajan en la oficina también le ponen el cuerpo a las protestas. Fabiana Bellina es una de las activistas locales más antiguas. Empezó como voluntaria en el 1996 y trabaja en la sede argentina desde 2008. Por una campaña estuvo un día detenida. "Se hizo largo por el cansancio que te viene de golpe, por la ansiedad, pero fue supercontrolable."
Actualmente se desempeña como coordinadora de acciones y capacita a los activistas, que deben ser mayores de 18 años, en entrenamientos de escaladas y de no violencia. Hay teoría y simulacros para aprender a resistir pacíficamente frente a la policía, a comportarse con los medios. Ante cada misión, dice, "siempre se advierten los riesgos legales. Si bien los activistas representan a Greenpeace la ley cae sobre la persona, no sobre la organización".
A las tareas de los empleados se suman las de los voluntarios que pueden empezar sacando fotocopias, juntar firmas o participar de una protesta internacional. Y redes mediante, se alistan los cada vez más masivos activistas online. Pacifista, política y económicamente independiente, según la define Prieto, la organización ambientalista se financia con el aporte de más de 3 millones de socios en el mundo, en nuestro país, 95 mil personas donan un promedio de 50 pesos mensuales.
Tras 25 años de historia en la Argentina, actualmente colaboran aquí más de un millón de ciberactivistas desde las redes sociales y más de 500 voluntarios que se agrupan en la ciudad de Buenos Aires, Bahía Blanca, Mar del Plata, Córdoba, Rosario, Paraná, Salta y Mendoza.

Manuela Zalazar estudia Ciencias Políticas y trabaja en un call center, tiene 21 años y es voluntaria desde los 16. "Lo que buscamos es ubicar en agenda la problemática ambiental mediante la confrontación directa no violenta. Poner el cuerpo en el lugar del problema y mantener las denuncias en el tiempo para lograr los cambios". TOMADO DE LA NACION DE AR 

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