domingo, 28 de diciembre de 2014

LLEVANDO ORO DE ISTMINA COLOMBIA


 Sin control legal, Istmina saca 3 millones de gramos de oro
Los habitantes de Istmina viven básicamente de la minería. Aunque también hay comercio y mototaxismo.
FOTO DONALDO ZULUAGA.
CHOCÓ  POR MARÍA VICTORIA CORREA |
10 millones de pesos es  el cobro que hacen los
grupos armados ilegales para ingresar una retroexcavadora a la zona. EN DEFINITIVA
Istmina es uno de los mayores productores de oro en el país. Sin embargo en el territorio no hay ningún título legal de explotación. Los grupos armados ilegales tienen control sobre el negocio.
El ruido de los camiones retumbó en todos los negocios de la calle principal de Istmina a las 5:30 de la tarde. Pasaron despacio. En un camión iba una retroexcavadora y, en el otro, pedazos de una draga. Todo el pueblo los vio, pero nadie sabe nada.
Y nadie sabe nada porque en este pueblo, -de dos calles, 19.000 habitantes, seis kilómetros cuadrados de área urbana, que se paraliza cada septiembre en las fiestas patronales de la Virgen de Las Mercedes-, hay miedo. De ese miedo que se contagia. No es gratuito: estamos en el municipio que en 2013 produjo cerca de 3 millones de gramos de oro -ni uno solo legal- que lo ubican como el mayor productor del mineral en Chocó, y cuya producción se hace bajo mandato armado de las bandas criminales y las guerrillas; ellos se comparten el negocio, lo dice la Gobernación.
Por eso es que Istmina no solo se paraliza en sus fiestas patronales. Istmina se paraliza cuando pasan por la calle principal las tractomulas que llevan pedazos de dragas o retroexcavadoras nuevas, que serán usadas por los cerca de 2.000 mineros que hay en el pueblo. Y para ello, alguien tuvo que pagar una extorsión de 10 millones de pesos a los armados que dominan el negocio. Se estima que en todo Chocó -desde Unguía hasta Novita- hay cerca de 2.500 retroexcavadoras, según los cálculos de la Federación de Mineros.
Ningún gramo de oro es legal. Ni en Istmina ni en los 46.000 kilómetros cuadrados de este departamento. De acuerdo con el Censo Minero 2010-2011, en Chocó hay 527 entables o unidades productivas mecanizadas, UPM. En los reportes de la Corporación Autónoma Regional para el Desarrollo Sostenible del Chocó, Codechocó, aparece que en todo el departamento solamente hay ocho títulos otorgados tanto de exploración como de explotación (ver recuadro) y, en Istmina -el mayor productor de oro del departamento-, solo hay un título otorgado de explotación y no es para extraer oro sino material de construcción.
El contraste es complejo: los mineros saben que su actividad no es legal y quieren formalizarse -asunto que puede durar años-, mientras tanto pagan millonarias extorsiones por operar su entable. Dicen llamarse víctimas, dicen tener miedo.
Por eso es que don Antonio -su nombre real es otro-, un minero al que nunca le vi la cara y quien hace parte de un consejo comunitario, se negó a hablar conmigo. Le pedí por teléfono una cita. Le dije que quería saber su historia. Y primero me dijo que sí: “Claro, seño, podemos conversar, pero... pero es difícil”. Se retractó, entonces le pregunté la razón: “No puedo hablar. Nadie le habla a usted de ese tema. No, no seño, no insista. La minería es una papa caliente en este momento aquí en Istmina. Que no, seño, que no hablaré. Así no publique mi nombre van a saber quién soy yo. Pongo en riesgo la vida de mi familia y la mía si hablo con usted”.
Le pregunto al alcalde por el miedo de Antonio. Jaison Mosquera Sánchez fue elegido con el aval de Cambio Radical con 3.475 votos en unas elecciones atípicas y resumió el miedo de una manera sencilla: Antonio no habló porque a los mineros no les gusta hablar “por falta de conocimiento”. Le digo que si sabe de las extorsiones a los mineros, que quiénes las cobran, que si las Farc están en el negocio, a lo que el mandatario responde: “No tengo conocimiento de eso, pero estamos en Chocó y no podemos negar la presencia de estos grupos. El proceso de legalización es largo, pero en algún momento tiene que empezar. Las condiciones ahora no son favorables, pues muchos no han entendido eso”.
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En Istmina no se sabe quién es quién, porque de acuerdo con el coronel (r) del Ejército Luis Alberto Villamarín Pulido, analista de asuntos estratégicos, en esta región la guerrilla aplica el Plan Renacer y utilizan a los milicianos para que cobren la cuota y controlen las minas y lleven listados y tengan el reporte de la cantidad de oro producido y tengan los censos mineros. “Ellos fundamentalmente lo que hacen es tener el control sobre el negocio, quién puede entrar, el control de los insumos, el control del mercurio. Pero aquí no se ve al guerrillero armado que anda con su camuflado sino a los milicianos. Con ellos tienen más capacidad de presión sicológica, económica y política”.
Y es que esa presión sicológica se traduce en cifras millonarias. Lo explica Ariel Quinto, presidente de la Federación de Mineros del Chocó. Le digo que si no le da miedo hablar - le cuento de Antonio - y dice que sabe que está en riesgo su vida, pero “he hecho minería desde que estaba en el vientre de mi mamá y tengo que defender mi tierra”.
Explica Quinto que Istmina es una de las zonas más costosas en materia de pago a delincuentes. Por ejemplo, a las bandas criminales hay que pagarles, en porcentaje, cerca de un 4 por ciento de la producción, es decir, cerca de 6 millones de pesos, también hay una cuota fija anual de dos millones de pesos por máquina. Al Eln hay que pagarle por ingreso al área seis millones de pesos y dos millones de pesos mensuales por producción. Y a las Farc hay que pagarles 10 millones de pesos anuales por entable.
Federico Taborda, secretario general de Fedechocó, complementa a Ariel y dice que por esa razón “pedimos que los mineros dejen de ser tratados como criminales. Somos víctimas de las bandas, de las Farc, ellos tienen poder territorial y eso no lo puede negar nadie”.
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Istmina está ubicado a 75 kilómetros de Quibdó y el pasaje en bus cuesta 13.000 pesos. La carretera está pavimentada casi en su totalidad. No hay agua potable, no hay acueducto ni alcantarillado. La energía es intermitente. En los últimos tres años recibió por regalías cerca de 12.000 millones de pesos con los cuales, según el Sistema General de Regalías, se pavimentan unas vías urbanas, se instala gas natural, se construye una plazoleta y la primera etapa de la Universidad Tecnológica del Chocó. Istmina es una de las sedes de los Juegos Nacionales 2015, sin embargo, a la fecha, ningún proceso de licitación ha empezado, por lo que los escenarios deportivos que se requieren para las competencias no existen, se espera que empiecen en enero.
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Teófilo Cuesta Borja, director de Codechocó, dice que según un reporte preliminar de la Agencia Nacional Minera, en Chocó se han otorgado 188 títulos mineros y solo a ocho se les ha otorgado la licencia ambiental y se encuentran en la etapa de explotación. Así se han abierto 44 procesos sancionatorios a mineros ilegales por daños al ambiente. Sin tapujos ni censura reconoce que les ha quedado difícil controlar la actividad. Advierte que existen debilidades técnicas, logísticas, económicas, sociales y hasta culturales, por lo que es difícil tomar acciones.
“La minería aquí hace parte del desarrollo de las comunidades negras e indígenas. Es una actividad aceptada culturalmente y hace parte del desarrollo económico del departamento, por lo que a nosotros nos queda difícil proyectar acciones de una actividad que no tiene una planificación legal ni territorial”. Revela que, en ese orden, no tiene el apoyo de algunos alcaldes ni de los consejos comunitarios ni de la fuerza pública, ya que, aunque están identificados los problemas, no cumplen con sus funciones ambientales y de control.
Nixon Chamorro, secretario de Desarrollo Económico de la Gobernación de Chocó, califica la situación de su departamento con un lugar común: “Esto aquí es una bomba de tiempo”. Recuerda que hace un par de años se creó una mesa minera para iniciar el proceso de formalización, pero no se avanza. “Los alcaldes no han participado de este proceso. Hay mucha apatía y también hay muchos mandatarios que tienen intereses particulares”. Le pregunto si en la actualidad hay alguna mina legalmente constituida en Chocó o en Istmina y responde que no. “El cien por ciento de la minería que se está haciendo aquí en el departamento es informal, porque las que tienen títulos están frenadas por las consultas previas. En Istmina es igual, la explotación que se está haciendo en ese municipio es informal”.
Le hablo de Antonio y de su miedo. Le cuento de los camiones que pasan por la calle principal de Istmina con las dragas en piezas, le pregunto que quién extorsiona, que quién tiene el control del territorio: “Eso está claro, acá están las Farc, el Eln y las bandas. Hasta donde sé, algunos han utilizado miembros de las comunidades y tienen su estructura y otros lo que hacen es cobrar la vacuna, llegan a los entables mineros y cobran un porcentaje”.
-¿Y cómo ingresan la maquinaria?
-Esa es una de las grandes dificultades que tenemos, porque las administraciones municipales no se han metido en el cuento y entonces muchas máquinas entran con el pretexto de que se están haciendo obras para el municipio, buscan muchas formas de evadir la ley. No hay control”.
-¿Y no hay control porque el tema se desbordó?
-Sí, la verdad es que ese tema está desbordado. Para nosotros es bastante angustiante. Estamos tratando de que los mismos consejos comunitarios, que son los dueños de su territorio, empiecen en el proceso de formalización.
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En Istmina se baila en la calle hasta el amanecer. Siempre hay música. El fin de semana el pueblo entero es una rumba. En esta cuadra suena chirimía, más allá salsa, reguetón, y aquí vallenato. No hay penas a esta hora, no hay angustias pendientes. A las 7:45 de la noche de un sábado cualquiera, Istmina es un parlante sobre el río San Juan. Trato de hablar con Felipe -lo llamaré Felipe porque también le da miedo hablar-, un muchacho con un acento lejano. Nos gritamos para poder oírnos. Istmina es baile y rumba y trago.
También es un plato de sancocho de pescado con un trozo de queso que se derrite en el caldo. Es el fervor a la virgen de Las Mercedes y, como dice el sacerdote John Jairo Gutiérrez, rector del seminario de Istmina, en medio de toda esta problemática, “corres el riesgo de enamorarte de Istmina. Somos muy pobres, pero también somos muy alegres, con una riqueza humana impresionante. No perdemos nunca la alegría”.
Felipe señala que podemos caminar sin problemas por el pueblo, pero que hay que tener cuidado. Y responde con una sonrisa: “Si algún día viene, es mejor que no hable con cualquiera, debe saber con quién habla porque cualquiera puede ser un paraco o un guerrillero o un sapo, ¿me entiende? Puede salir a rumbear y si usted no se metió con nadie, pues nada le pasa”.
Istmina, entonces, es un pedacito de tierra lleno de mototaxistas que manejan de afán. Es la tierra prometida, el tesoro explotado, mil veces explotado. Es un pueblecito de dos calles que baila de noche y de día, que resiste. Istmina es la ilusión del dorado que hizo que a Antonio le diera miedo hablar y que hizo que Ariel estuviera hoy huyendo del Eln porque dice no tener cómo pagarles la extorsión de su entable. Istmina es también el padre John Jairo, quien hoy, desde el seminario, lucha para que sus estudiantes lean bien.
CHOCÓ
TÍTULOS MINEROS CON LICENCIA
TÍTULARES
Aluviones de Colombia S.A
Cocominsa
Camikzaa
Miner S.A
José Ángel Valderrama
José Jaime Orozco
Paola Solarte Enriquez (2) tomado de el colombiano 

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