martes, 26 de abril de 2016

DECLIVE E HIPOCRESÍA DEL COMUNISMO SOVIÉTICO TERMINO EN CHERNOBIL

El desastre evidenció el declive de la vida soviética
Arango y su esposa conservan en su hogar abundante material documental sobre cómo era la vida antes del desastre en las localidades de Chernóbil y Pripyat. FOTOS julio césar herrera y cortesía
Arango y su esposa conservan en su hogar abundante material documental sobre cómo era la vida antes del desastre en las localidades de Chernóbil y Pripyat. FOTOS JULIO CÉSAR HERRERA Y
CORTESÍA
200 mil muertes indirectas se han producido por Chernóbil, según Greenpeace (2006).
Arango y su esposa consideran que la corrupción y la ambición humana echaron por la borda las conquistas de la Urss. Chernóbil empezó a evidenciar, por ejemplo, la hipocresía que había.
Fieles a su tradición ortodoxa, los ucranianos tratan de buscar en la Biblia señas de lo que vivieron hace 30 años frente a un fenómeno que poco comprendían, y el libro que mejor pueden asociar frente al desastre nuclear de Chernóbil es el Apocalipsis:
“El tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y muchos hombres murieron a causa de
esas aguas, porque se hicieron amargas” (8:10-11).
Del ajenjo —que tiene dos nombres en ruso, polyn y chernobyl— se hace la absenta, y de ella queda la estupefacción y la intoxicación. Lo que resta es dormir, como si se muriera unas horas, pero está después el recuerdo de esa muerte en una larga resaca, como una sombra que seguirá los pasos. Así, quienes vivieron en Ucrania los días aciagos de la tragedia nuclear asumen su experiencia. Nunca dejarán atrás Chernóbil, porque lo llevan en la sangre.
Hoy, a 30 años del desastre, los homenajes no solo se dan en la ciudad fantasma de Pripyat, cercana al epicentro de la pesadilla, sino que llegarán a Kiev, capital ucraniana (a 111 km), pasarán fronteras —sobretodo a Bielorrusia, que sufrió gravemente las consecuencias—, y se escucharán en todas las regiones del mundo.
Colombia también recuerda
Quienes vivían en Kiev recuerdan especialmente el fuerte sabor metálico que tenía ese día. Tres décadas después, en el barrio Conquistadores de Medellín, hay una ucraniana que puede describir fácilmente esa sensación:
“Yo salí por la mañana y quedé impresionada del silencio sobrenatural en las calles. Se me hacía raro que estuviera todo tan solo, porque era fin de semana en la capital. Mientras estaba caminando sentí un sabor metálico en la boca”.
Su nombre es Viktoria N. de Arango, y si bien tiene ya un acento paisa en sus palabras, adquiere el soviético de siempre en las erres y una sencilla pero contundente narrativa —estilo Chéjov—, cuando se refiere a sus recuerdos de la radiación.
En 1986, Viktoria llevaba 10 años casada con un colombiano, el médico Germán Arango Restrepo, quien la conquistó con su inteligencia, sus dotes de políglota y hasta su retórica de antioqueño. Hoy un respetado obstetra de Metrosalud, Arango relata sus vivencias de ese día en el que se produjo el estallido radiactivo: “La hipocresía del gobierno era evidente en los últimos años de la Urss, y ocultaba muchos asuntos. Con relación a Chernóbil no se informó nada.
Yo tenía ese día libre, era un sábado, y había una carrera internacional de ciclismo en Kiev, entonces yo salí a ver la competencia. En el camino me encontré muchos amigos que decían lo mismo:
- Germán ¿tú no sabes lo que pasó esta madrugada? Hubo una explosión enorme y catastrófica.
- ¿De qué?
Nadie sabía. Pero todo el mundo sí hablaba de una explosión. Así pasó una semana en la que todos en el hospital en el que yo trabajaba comentaban sobre el estruendo del sábado. No había más información, estaba vetada por el gobierno. Tuvo que percatarse Europa Occidental de lo ocurrido para que supiéramos”.
Valientes o paranoicos
¿Cómo se enteraron todos en la Unión Soviética? La innata recursividad e inventiva de sus ciudadanos en tiempos de Guerra Fría tuvo la respuesta.
“Las transmisiones de radio de los países occidentales se podían oír intermitentemente en Ucrania. Había momentos en que se podía sintonizar lo que se decía afuera, y la gente se dio cuenta de que una nube radioactiva pasó por Bielorrusia hacia el norte, a los países escandinavos.
Fue en un laboratorio sueco donde se supo de la explosión. Solo después de eso los ucranianos empezaron a hablar verdaderamente de lo ocurrido, especialmente en los espacios públicos y parques
de Kiev”, recordó Arango.
Su esposa recuerda una ciudad dividida. Estaban quienes colapsaron todo en su afán de huir, y los que como ellos, prefirieron quedarse en sus casas, en parte por el desconocimiento y la desinformación del Estado.
“Kiev entró en desespero. Se veían filas por todos lados, la gente agotó tiquetes de tren y avión. Nosotros ni siquiera sabíamos entonces si eso era grave. Todos nos dimos cuenta que lo era cuando el gobierno nos ordenó cerrar las ventanas; lavar el piso constantemente y poner una toalla mojada en la entrada para limpiarnos los pies al entrar; hervir el agua por una hora; entre otras cosas”, dijo.
Mientras que los pocos colombianos que estaban en Ucrania intentaron huir de la amenaza radiactiva, Arango se quedó —tal vez sin necesidad—, atendiendo partos en una clínica de Kiev, lo que a su esposa le pareció muy valiente.
El médico, no obstante, ve aquella decisión como parte de la resignación ante lo que pasó: “Probablemente atendí partos de mujeres que tuvieron cierto impacto de la radiación. Eso no lo vi yo, no vi mutaciones ni quemaduras, no vi nada, pero con el paso de los años y las generaciones ese efecto pudo manifestarse”.
“Miedo no tuvimos. Nos salvamos de que la nube radiactiva no se dirigiera directamente al sur, así tal vez estaríamos muertos. Pero en pocos días ya habíamos recibido la radiación, ya no había más por hacer”, argumentó.
Hipocresía roja, o negra
Además del ocultamiento de los comunistas frente a lo que había pasado, Chernóbil puso de manifiesto los privilegios y la corrupción que venían dándose en el bloque soviético desde finales de los 70. “La degradación de las instituciones llevó a la caída de la Urss. El sistema ya estaba podrido y corrupto, y los de abajo se dieron cuenta cómo vivía ‘la gente negra’ —políticos comunistas—: viajaban en limosinas negras, descansaban en el Mar Negro, y comían caviar negro”, explicó Arango.
“La gente supo que los líderes comunistas sí tuvieron acceso a agua pura, sacaron fácilmente a sus hijos de la ciudad, y tuvieron todo tipo de privilegios en esos días”, coincidió Viktoria.
Por tanto, si bien Chernóbil no fue un factor decisivo en la caída de la Unión Soviética, sí puso de manifiesto, como ningún otro hecho, el ocaso que vivía
ANÉCDOTA UCRANIA INTENTÓ SEGUIR SU VIDA
Tal como recuerdan Viktoria y Germán, los ucranianos intentaron seguir su vida con la mayor normalidad posible, así cada medidor de radiación siguiera disparado. Había espacio hasta para el humor: “Cómo allá no había avisos clasificados, los anuncios se ponían en las fachadas de los edificios. Empezaba a leerse, por ejemplo: ‘Cambio mi apartamento en Kiev por alguno en cualquier ciudad del mundo, menos en Hiroshima o Nagasaki’”.

DANIEL ARMIROLA RICAURTE Salsero a ultranza. Volante de salida. San Lázaro me protege antes del cierre. Máster en Periodismo - El Mundo (España). Redactor Internacional - El Colombiano. – TOMADO DE EL COLOMBIANO 

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