miércoles, 30 de noviembre de 2016

RÍO RIACHUELO EN BUENOS AIRES

 Mirá el especial multimedia de LA NACION para entender la problemática que sufren 8 millones de personas a minutos del centro porteño
Laura Rocha Nacer y morir en el Riachuelo
Nacer a orillas del Riachuelo es nacer condenado. En esta cuenca contaminada que recorre 64 km y que bordea 14 municipios bonaerenses y la ciudad de Buenos Aires viven 8 millones de personas. Casi la mitad padece o padeció durante su vida hepatitis o diarrea; respira el aire viciado de las áreas industriales y convive con ratas, cucarachas y otras alimañas.
Desde que nacieron, los habitantes de la cuenca escuchan promesas de que su calidad de vida mejorará algún día no muy lejano. Pero, generación tras generación, desde hace 200 años, sólo los acompaña el hedor y la paciencia. Y claro, la incredulidad que los ha atrapado después de tanto tiempo sin resultados palpables a su alrededor.
Las 1800 familias que viven en Dock Sud, en la Villa Inflamable, en Avellaneda son parte de las 17.000 que viven en la cuenca más contaminada de la Argentina y deben ser relocalizadas, tal como ordenó la Corte Suprema en 2008. Según los estudios epidemiológicos, esta población es una de las que más han sufrido la polución. Muchos chicos tienen altos niveles de plomo en sangre.
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La mudanza es parte del plan de saneamiento que deben llevar adelante la Nación, la Ciudad y la provincia de Buenos Aires. Aunque debían ser de los primeros en mudarse, sólo este año se aprobó la construcción de 440 casas en Isla Maciel.
Cada manzana de la villa tiene su propio caldo de cultivo contaminante. Como no hay cloacas, todo lo que sale de los baños va a los "pantanos", como los llaman, que se conectan con canales que mueren en el arroyo Sarandí. Ese mecanismo de desagüe no siempre funciona; cuando llueve, el desborde reparte materia fecal donde quiera que se mire.
"Peor es cuando se seca. Ahí quedan las ratas y los bichos que aparecen en los fondos", explica Daniel Quiñones, que, con sus nueve hijos, vive al borde de uno de esos canales. "Mis hijos están contaminados. Las que más sufren son las mellizas, que se están haciendo los estudios porque tienen plomo.", cuenta, mientras sus chicos juegan, por turnos, a los jueguitos con una Commodore 128 recuperada.
La Organización Mundial de la Salud señala que los niños son especialmente vulnerables a los efectos tóxicos del plomo, que puede tener consecuencias graves y permanentes en su salud, afectando al desarrollo del cerebro y del sistema nervioso. El plomo también causa daños en los adultos, por ejemplo aumentando el riesgo de hipertensión arterial y de lesiones renales. En las embarazadas, la exposición a concentraciones elevadas de plomo puede ser causa de aborto natural, muerte fetal, parto prematuro y bajo peso al nacer, y provocar malformaciones leves en el feto.
Un estudio comparó la salud de niños de entre 7 y 11 años de Villa Inflamable y de Villa Corina, también en Avellaneda pero alejada del Riachuelo. La prevalencia de plomo en sangre de los chicos de Villa Inflamable casi triplicaba a la otra muestra, según el estudio realizado por la Agencia de Cooperación Japonesa.
"Se constató la presencia permanente de 17 compuestos volátiles asociados con la refinación de petróleo, como benceno y tolueno, que son cancerígenos sin un umbral mínimo, es decir que no importa cuánto fue el tiempo de exposición", explica la antropóloga Débora Swistun, coautora de Inflamable. Estudio del sufrimiento ambiental, una investigación sobre la contaminación en Dock Sud realizada junto al sociólogo Javier Auyero, profesor de la Universidad de Austin, Texas.
La refinería Shell-Capsa es la planta más importante en esa zona, pero el complejo incluye otra refinería, Dapsa; tres plantas de almacenamiento de petróleo y derivados (Petrobras, YPF y Petrolera Cono Sur); plantas de almacenamiento de productos químicos (Tagsa, Antívari y Solvay Indupa, entre otras); una fábrica de productos químicos, Meranol; una dársena para contenedores, Exolgan, y la usina termoeléctrica Central Dock Sud. En 2004 se anunció la mudanza de las empresas químicas y de la población, pero todo está demorado.
En su publicación Pacientes del Estado, Auyero plantea esa situación de constante espera por parte de los habitantes: "La espera es lo que define la vida allí y en muchos otros sectores relegados. Siempre están, como el coronel de García Márquez, esperando que algo suceda. En Inflamable describimos un posible escenario de «salida» de esta situación, la sinergia entre algún sector progresista del Estado y la acción colectiva comunitaria. Sin una intervención externa fuerte es difícil imaginar una luz al final de un oscuro y contaminado túnel", dice a LA NACION.
Hace ocho años un fallo de la Corte Suprema de Justicia de la Nación despertó la última esperanza de los vecinos. Una sentencia, iniciada en una causa impulsada por habitantes de la propia cuenca, ordena a los estados nacional, bonaerense y porteño a sanear el río. Imponía plazos, todos inclumplidos, para una tarea que no es sencilla pero tampoco imposible.
Las cifras de ese plan oficial, que fue rediseñado este año, asegura que fueron extraídos del agua unos 20.000 camiones de basura (cerca de 200.000 toneladas), 70 embarcaciones hundidas o abandonadas fueron retiradas del cauce y un millón y medio de habitantes incorporados a la red de agua potable. Un millar, de las 17.500 familias que deben ser relocalizadas, habitan un nuevo espacio alejadas de las aguas que corren sin oxígeno.
Se liberó el camino de sirga, esos 35 metros libres que deben existir entre las construcciones y el río. Pero cada día, los habitantes de la cuenca siguen con los mismos problemas. Los chicos atacados por las bronquiolitis y los problemas cutáneos; el silencioso riesgo de vivir con plomo en la sangre; las diarreas continuas y el peligro de vivir entre ratas y basurales.
A pesar de que el grado de contaminación por hidrocarburos o metales pesado no se conoce, las cifras oficiales son alarmantes. La contaminación genera que la tasa de bronquiolitis en la cuenca supere los 33.000 casos cada 100.000 habitantes; mientras que para la Argentina esa cifra alcanza los 18.386,4 y, en la ciudad de Buenos Aires, menos de 16.000. Las diarreas, por caso, también afectan a los más chicos: mientras en la cuenca la tasa supera los 11.000, a nivel nacional los guarismos dan 2.825 cada 100.000 habitantes.
Contaminación
El Riachuelo no es cualquier río argentino. Es el río donde nació el país. El curso de agua por el que llegaron los españoles y, podría decirse, el reflejo de lo que sucede cuando las políticas públicas están ausentes.
La Cuenca del Matanza-Riachuelo, llamado Riachuelo en su desembocadura y río Matanza en la mayor parte de su desarrollo, comprende parte de la ciudad de Buenos Aires y de los municipios de Avellaneda, Lanús, Lomas de Zamora, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Presidente Perón, San Vicente, Cañuelas, Ezeiza, General Las Heras, Marcos Paz, Merlo y Morón.
La contaminación del río no es algo nuevo. Ya en 1811, a un año de la Revolución de Mayo y ya con el Primer Triunvirato en el gobierno, llegó el primer compromiso para limpiarlo. Un año antes se habían instalado las primeras curtiembres, mataderos y saladeros en el Riachuelo, que antes de cruzar el puente La Noria se llama río Matanza, precisamente en honor a esa actividad.
Once años después de aquel anuncio, la sangre y los restos de los animales mezclados con el sebo daban un color y un olor que caracterizaban a toda la zona de influencia. Esa fue una de las razones para que, en 1822, se dictara el primer decreto que prohibía la instalación de ese tipo de industrias. No se cumplió.
Medio siglo pasó y la situación empeoró. En 1871, la Cámara de Diputados bonaerense se comprometió a canalizar y limpiar el Riachuelo. Y recordó la prohibición de instalar curtiembres y fábricas de jabón a orillas del río. Pese a que la contaminación fue señalada como una causa de la epidemia de fiebre amarilla en la ciudad, la ley no se cumplió. Cuatro años después se sancionó una
norma que volvió a permitir la instalación de las industrias.
Al río se lo alimentaba, mientras tanto, con desperdicios de todas las jurisdicciones que influyen en la cuenca. Era una vía de comercio, pero su geografía no ayudaba. Sólo en 1913 el Congreso destinó 1.500.000 pesos para obras de rectificación y ensanche del curso. Sin embargo, en 1982, ciento setenta y un años después, todavía no se había terminado la rectificación.
Los trabajos de saneamiento, desde ese momento, quedaron a cargo de la Coordinadora Ecológica Metropolitana Sociedad del Estado, que había sido creada en 1980. Y, tras los sucesivos cambios de moneda, la inversión había trepado a los 21.000 millones de pesos, aportados en partes iguales por la Capital y por la provincia de Buenos Aires.
Once años más tarde, en la Secretaría de Recursos Naturales, encabezada por María Julia Alsogaray, la osadía fue más allá: "El Presidente nos pidió que para 1995 el Riachuelo esté saneado", contó la funcionaria. Eran los famosos 1000 días. Se creó un comité ejecutivo para el saneamiento de la cuenca y se adjudicó a un consorcio privado la elaboración de un Plan de Saneamiento Integral.
Corrupción y desidia
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El cadmio, el plomo, el cinc y el cromo continúan presentes en el agua y en el lecho de este río interjurisdiccional, que olvidó hace dos siglos qué es el oxígeno. El cóctel que forman la desidia y la falta de políticas de saneamiento con la corrupción es el génesis de la situación que hoy padecen 8 millones de personas.
Si bien la Corte no adoptó expresamente una perspectiva de derechos humanos, sin embargo planteo que el objetivo del programa de intervención debe ser el mejoramiento de la calidad de vida de los habitantes y requiere que se adopten programas sanitarios específicos para satisfacer las necesidades de la población de la Cuenca.
El principal derecho involucrado en la sentencia de la Corte es el derecho a la salud que se extiende a cuestiones básicas como el acceso a agua limpia y potable y a condiciones sanitarias adecuadas y un medio ambiente sano.
En 1995, los 1000 días habían pasado, pero la actividad continuaba: se creó el Comité Ejecutor del Plan y empezó a tramitarse un préstamo internacional. Dos años después, el BID aprobó el crédito por 250 millones de pesos/dólares. Los otros 250 millones tenían que ponerlos la Nación, la provincia de Buenos Aires y la Ciudad.
Hasta 2000, el 57% de los fondos se utilizó en estudios de consultorías; un 20%, en recolección de residuos en las márgenes y limpieza de espejo de agua; el 17%, en proyectos ejecutados, y el 5% en obras de saneamiento.
Después llegaron el corralito, la emergencia económica y el default. Los intereses punitorios por no usar el crédito de fomento superaron los 6.000.000 de dólares. Y US$ 150 millones de ese préstamo se redireccionaron al área de Desarrollo Social. Hoy el Comité de Cuenca funciona, pero realiza pocas obras. Se espera una definición del BID sobre el dinero restante, unos 50 millones de dólares, e intentan reformular otros 100 millones.
Pasado, presente y futuro
A pesar que sólo la memoria de unos pocos permite recordar del disfrute de las aguas del Riachuelo, no es una utopía devolverle la vida al río. Hay varios ejemplos en el mundo que dan cuenta de que se puede disfrutar de estos cuerpos de agua.
El Támesis, en Londres, por ejemplo, tiene casi 350 km de largo y una larga historia de contaminación. En 1610, las aguas ya no se consideraban potables lo que provocó muertes por cólera. Incluso, en 1858, las reuniones parlamentarias tuvieron que ser suspendidas por el mal olor del agua, lo que llevó al gobierno a buscar cómo rescatar la vida en el río. Casi 30 caños después se creó una planta de tratamiento de aguas residuales con dos estaciones que requirieron una inversión de 200 millones de libras. Quince años más tarde, un incinerador pasó a ser un destino de sedimentos procedentes del tratamiento de agua, generando energía para las dos estaciones. Hoy el río luce distinto y los dos barcos que lo recorren de lunes a viernes recogen unas 30 toneladas de basura por día.
El río Rin, con aproximadamente 1.300 km de longitud, se origina en los Alpes suizos y atraviesa seis países europeos antes de desembocar en el Mar del Norte, en Holanda. Durante muchos años recibió los residuos procedentes de las zonas industriales, lo que lo llevó a ser conocido en 1970 como "la cloaca a cielo abierto de Europa".
Uno de los principales incidentes de contaminación ocurrió en 1986 cuando 20 toneladas de sustancias tóxicas fueron arrojadas al río por una empresa suiza. Por este motivo, los gobiernos de las ciudades afectadas se reunieron en 1987 y crearon el Programa de Acción del Rin, en el que invirtieron más de 15.000 millones de dólares para la construcción de estaciones monitoreadas de tratamiento de agua. El resultado es que actualmente el 95% de las aguas residuales de las empresas son tratadas y existen 63 especies de peces que viven allí. VER COMPLETO EN :

TOMADO DE LA NACION DE AR 

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