viernes, 10 de febrero de 2017

ECONOMIZAR AGUA COMO UN BIEN PROPIO

 Economizar el agua como un bien propio
Entender que el agua es un recurso vital y finito, parece una lección fácil. Sin embargo, incorporar como práctica diaria esa noción en nuestras vidas es más complejo
Autor: Lauren Céspedes Hernández |
A causa de la sequía prolongada durante los últimos dos años y medio, hoy se encuentran afectados más de 783 000 habitantes de manera parcial y por encima de 54 000 de forma total. Foto: Reidel Gallo Rodríguez
¡Aguaaa! ¡Aguaaa! Vocea desde la calle el carretillero que lleva unos cuantos pomos plásticos consigo. Se levanta temprano cada día, para ser de los primeros en la cola del punto de agua donde llena sus recipientes. Recorre varios kilómetros con la carga en venta. Aguatero o aguador le llaman, a un oficio que ya es corriente en más de una ciudad o pueblo de la Isla.
A otros, en cambio, la imagen de la pipa y los cubos en fila esperando que el chorro grueso y pesado caiga dentro, les es más común.
Y no son pocos los que viven la zozobra de la cisterna medio vacía, que obliga a «cebar», una y otra vez, el motor, para que la poca agua que queda en el depósito llegue a todos los vecinos.
En medio de ese ajetreo cotidiano, no resta mucho tiempo para abundar en las causas, ni en la complejidad de una situación de escasez, que se va dilatando en el tiempo y no solo dificulta la vida de las personas, sino el desarrollo económico del país.
En el desabastecimiento, aunque tiene múltiples causales, prevalece una originaria, y es que no hay agua para botar, como suele pensarse cuando se ve un archipiélago rodeado de mar, y se difunde que las tres cuartas partes de la superficie del planeta está ocupada por océanos y mares.
Estudios de expertos en el tema hídrico han confirmado que si la tierra fuera del tamaño de una naranja, la cantidad de agua de todo el mundo –la de los océanos, los mares, los lagos, los ríos, las aguas subterráneas, y hasta la niebla–  equivaldría a una pequeña gota sobre la fruta. Casi la totalidad correspondería a agua salada y una exigua parte a dulce, apenas un 1 % de ella factible para ser utilizada. 
Ello significa que solo el 0,007 % es agua dulce asequible. Por tanto, el acceso a este recurso es un tema de suma prioridad en la agenda de los gobiernos a nivel internacional.
En Cuba, desde finales del 2012 se aprobó una Política Nacional del Agua con el objetivo de hacer un uso eficiente del recurso, y cuyas prioridades se concentran en el cuidado de la infraestructura hidráulica, en la eliminación de vertimientos residuales que ponen en riesgo la sanidad de fuentes de abasto y la calidad de las aguas, y en el enfrentamiento a eventos extremos de clima asociados a inundaciones y sequía severa.
A la fecha, 11 provincias del país tienen sus embalses por debajo del 50 % de la capacidad de llenado.
Foto: Reidel Gallo Rodríguez
MÁS DE DOS AÑOS DE SEQUÍA… Y SIN HALAGÜEÑAS NOTICIAS
«La disponibilidad de agua de Cuba, por su carácter insular, depende en exclusivo del comportamiento de las precipitaciones. El propio cambio climático está provocando que, principalmente en la región del Caribe, llueva cada vez menos, y todos los modelos de pronósticos que se están elaborando por diferentes instituciones científicas con parte en el asunto: Instituto Nacional de Meteorología, Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma) e Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos (INRH), muestran que la tendencia en lo adelante será a caer menos agua», explicó José Antonio Hernández Álvarez, quien es director de uso racional del agua, en el INRH.
Argumentó que el promedio de precipitaciones en el país durante el 2015 y el 2016 ha sido de los cinco menores de los últimos 30 años. El déficit de lluvias acumulado que sobrepasa ya los dos años –aseveró– provoca que las condiciones de sequía hidrológica se mantengan en algunos territorios y se intensifiquen en otros. Razón por la cual –enfatizó– se encuentran afectados en estos momentos más de 783 000 habitantes de manera parcial y por encima de los 54 000 de forma total.
Según datos reportados por el INRH, de los 168 municipios, más del 70 % (139) se hallaban al cierre del mes de enero en distintas categorías de sequía hidrológica: 34 en moderada, 52 en severa y 53 en extrema; y 244 estaciones de bombeo se encontraban afectadas: 192 de manera parcial (significa que se reduce el horario de bombeo o el ciclo es más esporádico) y 52 de manera total (que no están funcionando y a cuya población perjudicada se le está aprovicionando agua mediante carros cisternas o pipas).
El especialista advirtió que la consecuencia inmediata de este fenómeno climatológico es que sigan decreciendo las reservas de agua, y los volúmenes disponibles hoy no rebasen el 50 % de la capacidad de embalse del país.
Subrayó que, en general, las provincias con situación más compleja son Ciego de Ávila, Santiago de Cuba y Guantánamo.
En el caso de Ciego de Ávila –comentó– al bajo almacenamiento en sus embalses (fuentes superficiales) se suma el hecho de presentar cinco de sus 15 acuíferos (fuentes subterráneas) en estado crítico y otros siete en estado desfavorable; mientras que en Santiago de Cuba y Guantánamo, territorios más dependientes del agua superficial, además de la poca disponibilidad actual, impacta la duración del episodio de sequía, que en algunos de sus municipios ya sobrepasa los 30 meses.
De acuerdo con Hernández Álvarez, aunque durante el 2016 llovió, la mayor parte del agua caída fue en periodos muy cortos y en zonas llanas y costeras donde no influye para la recuperación de los embalses. Si a ello se le suma –insistió– el déficit acumulado de precipitaciones en los últimos dos años y medio, es lógico el descenso de los niveles en las fuentes de abasto superficiales y subterráneas. 
REHABILITAR Y CONCIENTIZAR, PREMISAS PARA EL CAMBIO
Una de las principales causas de sobreconsumo y derroche de agua, identificada por el INRH, es el deterioro de la infraestructura hidráulica. El volumen anual de pérdidas por este concepto está calculado en los 784 millones de metros cúbicos, lo que representa el 45 % del total bombeado: 14 % se desaprovecha en conductoras, 12 % en redes de acueducto y la mayor parte, un 19 %, en las redes intradomiciliarias.
Tras indagar en la población sobre el consumo racional del agua, sobresalieron criterios asociados a la falta de integralidad y sistematicidad en las reparaciones y los mantenimientos, la carencia de control en cuanto a la cantidad del líquido que consume cada usuario y una tarifa diferenciada, así como el deterioro de una conciencia colectiva del ahorro.
«Es difícil ahorrar porque aunque lo hagas en tu casa, cuando sales a la calle te encuentras el salidero en la esquina, en el baño del hospital o en la escuela, y también en las empresas estatales. Los arreglos que se hacen no se ven; se sustituye alguna que otra conductora y cuando las conectan a las tuberías centenarias de la ciudad, siguen los problemas», dijo a Granma Rosa Elena Casas, vecina del municipio del Cerro, en La Habana.
«Se desperdicia mucha agua, hay mucha dejadez y falta de voluntad para realizar reparaciones pequeñas que no llevan demasiados recursos. Eso sucede también porque no se regula el consumo ni en el sector particular, ni el estatal», comentó otro de los entrevistados.
En torno a estos cuestionamientos, José Antonio Hernández reflexionó que, efectivamente, en la actualidad en Cuba se brinda el servicio de abasto a la población a través de un sistema de conductoras y redes que data de más de 50 años de explotación, sin un adecuado mantenimiento; una infraestructura insuficiente ya, no solo desde el punto de vista del estado técnico, sino de su capacidad para cubrir una población cuatro veces mayor.
Por ello –subrayó– en los últimos años este sector, conforme a su política nacional, ha iniciado inversiones millonarias en tres frentes o programas fundamentales: en primer lugar la rehabilitación de redes y conductoras, que consiste en sustituir y recuperar las tuberías que traen el agua desde las fuentes de abasto (embalses, pozos y otras) hasta la ciudad y el sistema de tuberías soterradas que dentro de la urbe llevan el servicio hasta los hogares.
El directivo apuntó que a las deficiencias técnicas de la red exterior, se suman otras acumuladas por años en las instalaciones sociales, como escuelas y hospitales, que complejizan y encarecen las obras de rehabilitación. 
«Por lo general dichas instituciones están enclavadas en lugares residenciales, y cuando por averías en su infraestructura hidráulica o sanitaria consumen más agua de la que les toca, terminan afectando el suministro a la población aledaña».
La situación se agrava –afirmó– con erróneas prácticas de sobreutilización, tanto en los hogares como en instituciones estatales, a partir de la disponibilidad creada. «O sea, derroche del agua: vamos a usar, que tenemos».
 EL METRAJE: UN SISTEMA QUE INDUCE AL AHORRO
En cuanto a la necesidad de fomentar una conciencia de ahorro que vaya a la par de las inversiones, comentó que las empresas de acueducto, hace varios años, están imbuidas en un amplio plan de metraje para medir el consumo de agua, con el cual se transitará de la facturación estimada que se hace hoy, al pago por consumo real. Añadió que en este sentido se busca estimular un uso más
eficiente del recurso hídrico.
«El metraje se está tratando de llevar de manera simultánea en todo el país, con prioridad en las actividades donde hay grandes consumos como la agricultura, la industria y el turismo. En el sector estatal está prácticamente al término la instalación de este sistema de control y en el residencial, en menor medida, también se ha ido avanzando», destacó. 
A juicio de los rectores de la empresa de Acueducto de La Habana, el proyecto –que incluye acciones de reparación y mantenimiento de la red en los sectores hidrométricos donde avanza el metraje– si bien es caro, traerá varios beneficios.
Explicaron que conjuntamente con las mejoras en el suministro a la población, este sistema propiciará ahorros de combustible, preservación de los equipos de bombeo y más agua disponible en las fuentes.
El segundo programa o frente donde el INRH ha desarrollado importantes inversiones –refirió Hernández Álvarez– ha sido el de Reducción de Fuentes Contaminantes, orientado sobre todo a la eliminación de vertimientos residuales que afectan fuentes de abasto de agua.
Al respecto argumentó que todas las industrias y centros que tienen fuentes contaminantes transitan por un proceso de evaluación que realiza el Instituto Nacional de Recursos Hidráulicos, para determinar si cumplen las normas de vertimiento.
Por último, el tercer programa se ha concentrado en las inversiones para mejorar la cobertura de agua potable.
Actualmente, mencionó, un 94,5 % de la población tiene acceso al líquido apto para ingerir. «De ese total, el 74,7 % lo recibe de manera intradomiciliaria; el 13,8 % mediante fácil acceso (en una llave pública a aproximadamente 200 metros de distancia del hogar) y un 6 % a través de servicios públicos (en carros cisternas o pipas)».
El objetivo del programa –remarcó el directivo– es ir creando las condiciones para que se transite de un tipo de suministro a otro superior.
Asimismo enfatizó que se realizan al unísono y en varias ciudades del país las acciones para la reducción de pérdidas a través de las rehabilitaciones, la solución de fuentes contaminantes, y el incremento de la cobertura de agua potable.
La sequía prolongada ha conllevado a valorar todas las posibilidades, incluso las más costosas al tratarse de un recurso vital para la supervivencia humana.
«El hecho de que Cuba sea un país rodeado de mar es una gran oportunidad a tener en cuenta ante una opción cero o de emergencia en alguna ciudad. Aunque es el agua más cara, la desalinización no se pude despreciar como alternativa, sobre todo en aquellas zonas donde crear las condiciones para llevarla sería mayor inversión que desalarla. En efecto, ya en el país se están  montando plantas desalinizadoras en Santiago de Cuba, la cayería norte de Ciego de Ávila, y estudiando la factibilidad, beneficios económicos y sociales para la instalación de otras», esclareció el especialista. 
Entender que el agua es un recurso vital y finito, parece una lección fácil. Sin embargo, incorporar como práctica diaria esa noción en nuestras vidas es más complejo. Estamos frente a un tema en el que urge continuar invirtiendo, tanto en infraestructura y programas como en educación del ahorro.
Las cifras que se publican acerca de la disponibilidad de agua en embalses y acuíferos, y los pronósticos de precipitaciones en lo adelante, advierten que no podemos cruzarnos de brazos y esperar que las nubes se boten a cántaros.
Hoy no se puede voltear la cara a una preocupación que más que universal debe asumirse como propia, porque está afectando el bienestar y la calidad de vida de gran parte de la población.
Poco o nada se puede hacer con el agua que no cae como resultado de fenómenos climatológicos, pero sí actuar en el grifo que queda goteando, los tanques sin flotantes desbordados en azoteas, o los salideros  tan comunes, en domicilios, instituciones estatales y en la calle.
Cierto es también que la disponibilidad de herrajes en las tiendas, a precios módicos, y su calidad ha sido cuestión de malestar planteada con frecuencia por la población. Más de un trabajo en nuestra prensa ha reflejado las dificultades para adquirir llaves, mangueras, codos, té, tanques y otros, así como su poca durabilidad; y aunque desde la industria de materiales se buscan e implementan soluciones, en este sentido todavía quedan demandas y problemas pendientes a resolver.

Todo ello, por supuesto, condiciona el consumo desmesurado, más allá de prácticas de derroche que se han dejado de la mano y que también apremia «atajar» cuanto antes. TOMADO DE LA GRANMA DE CUBA 

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