lunes, 30 de septiembre de 2013

DERECHO A LA ENERGIA

 El derecho ciudadano a la energía
Este nuevo derecho que ya es realidad en varios países, no significa solo exigir una energía de bajo costo, limpia y oportuna, sino, tener la capacidad de producirla y distribuirla localmente.
La crisis del sistema energético chileno no es de Watt más o Watt menos, sino, de un sistema que se deslegitimó ante la ciudadanía.
Todos estamos de acuerdo en que la actual crisis energética que vive el país no da para más. Pero hasta aquí llegan los acuerdos, pues cuando se trata de explicar cómo llegamos a esta situación y de establecer soluciones los caminos divergen.
Pocos saben que en Alemania el desarrollo de las Energías Renovables se hizo contra el sistema eléctrico tradicional, impulsado fuertemente por los ciudadanos. En los tres últimos años, las cooperativas ciudadanas alemanas han aumentado desde 150 a 600 unidades, con lo cual 51% de la energía eólica pertenece a la ciudadanía. Hoy, 8,5 millones de alemanes viven bajo formas de autoabastecimiento ciudadanos.
Los propietarios del sistema energético chileno, todos privados, estiman que están haciendo muy bien su tarea y que si los dejaran realizar tranquilos sus inversiones no habría problemas. Pero la oportunidad y lugar de sus emprendimientos los llevan a cabo pensando en su rentabilidad, por lo tanto, los problemas generados en las comunidades y sus territorios pasan a ser el costo que el país debe pagar por el progreso.
La clase política, por su parte, aquella que dirige el Gobierno y legisla desde el Parlamento, piensa que su rol esencial es administrar el sistema energético y asegurar reglas claras para que los privados materialicen sus inversiones. Esta clase política piensa también, que el Estado no debe intervenir en la producción y generación de energía.
Yo me pregunto: ¿Y los ciudadanos, dónde están? No existen para el sistema energético, porque se les ha reducido a ser clientes pasivos, a quienes solamente se les debe proveer de un servicio, en este caso la electricidad, en forma continua y segura.
Pero estos ciudadanos piensan que el sistema eléctrico chileno no es bueno, porque ha habido un aumento creciente de las tarifas, acompañado de una pérdida de calidad y seguridad del suministro. Esto hace que muchos de nosotros nos preguntemos por qué no ha habido inversiones para mejorar el sistema.
Si bien el sector residencial consume el 15 % del total de la energía eléctrica que produce el país, este es su vínculo con la energía, por lo tanto, tiene mucho que decir y exigir.
El Estado de Chile perdió sus empresas generadoras y distribuidoras de energía durante la dictadura, derivando en una alta concentración de la propiedad, tal como ha ocurrido en el rubro farmacéutico y otros servicios. Esto ha llevado a un profundo cuestionamiento sobre la forma como debemos continuar produciendo y distribuyendo la energía en el país.
Es en este contexto donde constatamos que la energía es un derecho ciudadano fundamental, cuyo bien común debe volver a la Comunidad. La ciudadanía se cansó de pagar los costos de la instalación de una planta generadora en las cercanías de su comunidad, porque sabe que no se instala allí por el bien común, sino, por las ganancias que les reporta a sus dueños.
El derecho ciudadano a la energía significa ni más ni menos que reapropiarse del control de la energía, y por qué no decirlo, de la producción de ella por sus propios medios. Las energías renovables lo permiten, no así las fósiles. Nuestro país posee abundantes fuentes de energías renovables, por lo tanto, perfectamente podemos extraer la energía que necesitamos para vivir del sol y del viento, sin tener que pasar por los monopolios que la producen y distribuyen.
En consecuencia, el derecho ciudadano a la energía -que ya es realidad en varios países-, no significa solo exigir una energía de bajo costo, limpia y oportuna, sino, tener la capacidad de producirla y distribuirla localmente.
Pocos saben que en Alemania el desarrollo de las Energías Renovables se hizo contra el sistema eléctrico tradicional, impulsado fuertemente por los ciudadanos. En los tres últimos años, las cooperativas ciudadanas alemanas han aumentado desde 150 a 600 unidades, con lo cual 51% de la energía eólica pertenece a la ciudadanía. Hoy, 8,5 millones de alemanes viven bajo formas de autoabastecimiento ciudadanos.
El sol nos pertenece a todos sin distinción. Llegó el momento de abrirles paso a las cooperativas ciudadanas solares, a las empresas municipales de energía, a los barrios autónomos energéticos, de modo que nuestros hogares produzcan y consuman su propia energía. Esto no es una utopía, sino, el camino que debemos comenzar ahora.

TOMADO DE NACIÓN, DE MANUEL BAQUEDANO,  POR SUGERENCIA DE BOLETÍN GAL DE CHILE 

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