miércoles, 24 de agosto de 2016

VOLVER A LA PRE REVOLUCIÓN FRANCESA , con el maniqueísmo religioso

Maniqueísmo clerical
Un áspero sabor a frustración ha debido quedarle en la boca al arzobispo de Cali después del oso político/religioso que hizo al convertir exclusivamente en honestos a quienes voten el Sí plebiscitario, condenando implícitamente a los del No al círculo de los herejes y de los indecentes.
Afortunadamente tan delirante criterio llevó a la Conferencia Episcopal, que no son propiamente sus hermanos separados, a desautorizar tamaño maniqueísmo. Eso de parcelar con baculazos, por discutibles discrepancias políticas a su feligresía entre ángeles buenos y réprobos, sí que está alejado del espíritu evangélico.
Colombia tiene dolorosas experiencias de aquellas épocas nefastas en que el clero participó activamente en la pugna electoral. Se recuerdan los nombres del obispo español Ezequiel Moreno y luego del arzobispo Herrera Restrepo, en cuyo periodo pastoral fue asesinado Uribe Uribe por cuenta de las pasiones desatadas por abuso del vodka con agua bendita. Luego el ingenuo arzobispo Perdomo fue manipulado por los manzanillos sabaneros para que cada semana se alternara para bendecir o anatematizar, en constante contradicción, a los dos candidatos conservadores que al final de cuentas cayeron derrotados en 1930 por Olaya Herrera.
Antioquia, a mediados del siglo XX, no se libró de este sarampión sectario. Dos obispos, antípodas en sus ideologías políticas y vecinos de diócesis, estimularon el sectarismo partidista .Mientras en el Norte del departamento uno excomulgaba liberales, inventando pecados que ni el mismo Cristo definió en su luminoso y fugaz paso por la tierra, en el Occidente antioqueño otro obispo, de encarnada mitra roja, acosaba y perseguía a los goditos que protestaban por el grado de libertinaje al que había llegado buena parte de su clero diocesano. Aplicó la pena del extrañamiento a voces dignas que la alzaron para impedir tales desafueros. Ambos se alejaron en su misión político/religiosa, de los sabios mandatos evangélicos.
Mientras el arzobispo de Cali con dedo inquisidor niega el derecho al votante de escoger con libertad, como si fuera un jefe político en campaña electoral, también el cardenal arzobispo de Bogotá coincide con la Conferencia Episcopal al llamar a los colombianos a votar en conciencia. A hacerlo con independencia, libertad, convencimiento. Y concuerda en su juiciosa admonición –que busca reconciliar a un país radicalizado– con el filósofo Fernando Savater. Este, al preguntársele a su paso por Colombia si lo ético era votar por el Sí o por el No, respondió: esa es una cuestión política, no moral. Lo ético –y coincide el filósofo español con el cardenal y la mayoría de los obispos– “es que cada cual vote lo que a su leal saber y entender sea mejor para Colombia”.
Muchas veces los agnósticos, los que no se mantienen invocando la moral, tienen mejor conocimiento de lo que es la ética, la libertad y la reconciliación, que muchos de los que recibieron el mandato cristiano de la comprensión, la tolerancia, el respeto por las ideas ajenas.
P.D.: Mientras un mitrado paisa ahonda la división nacional con anacrónico maniqueísmo, otros tres paisas –Mariana, Caterine y Figueroa– unen con sus dorados triunfos a una nación polarizada, con una Iglesia que necesita más de Jesús y menos de Torquemada. Tomado de el colombiano

 por alberto velazquez martinez 

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